La salud es uno de los pilares fundamentales para que cualquiera, sea un ser humano o un animal, disfrute de una calidad de vida adecuada. No obstante, con mucha frecuencia la salud del gato solo cobra importancia si manifiesta algún signo de enfermedad; en cuyo caso, lo llevamos al veterinario. Sin embargo, existe un método de prevención que ahorraría muchos padecimientos al gato y un dinero considerable al propietario: las revisiones veterinarias.

Sea cual sea el lugar de procedencia del felino, este debería ser revisado por un veterinario. En la práctica totalidad de los casos en los que el animal tiene una procedencia conocida, las pautas se circunscriben a una valoración general y a implementar la rutina de desparasitación y vacunaciones; pero también es recomendable, por muy conocida que sea su procedencia, y obligatorio si no tenemos claro el lugar de origen del animal (salvo que nos den un informe de resultados analíticos realizados), permitir que el veterinario realice unas pruebas para descartar enfermedades preexistentes (analítica de leucemia, inmunodeficiencia, etc.).

A partir de esa primera revisión, el gato debería tener un contacto con el veterinario al menos una vez al año, para una revisión básica y mantener la pauta de vacunaciones. Sin embargo, todavía está muy arraigada la opinión de que el gato que vive dentro de un hogar, que no accede al exterior, no necesita nada de prevención sanitaria, ni siquiera las vacunas, lo que es un error muy grave.

Un gato, cualquiera, sea cual sea su estilo de vida, debe acudir a la clínica al menos una vez al año; con ello se evitarían graves sorpresas de difícil manejo cuando la patología se ha instaurado.

Aparte de esta visita anual, el propietario debe tener la disposición de llevar al animal al veterinario para otras revisiones, también muy importantes, como las dentales y las geriátricas, por citar dos muy comunes.

Lamentablemente, con frecuencia estas revisiones son consideradas por el propietario como algo banal, más dirigido a la obtención de beneficios económicos, pero realmente lo que está detrás es la salud del gato y con ellas la posibilidad de prevenir la aparición de muchas patologías.

A este respecto, si a nuestro gato se le revisa periódicamente su cavidad oral, sus piezas dentales y encías, se puede evitar un variado abanico de problemas que, aparte del evidente daño físico para él, provocarán un “daño” mayor a la economía de propietario. Una boca en perfecto estado asegura que el animal ingiera su alimento de forma correcta, que no tenga molestia, dolor o infecciones, lo que es vital para él.

¿Y los gatos mayores?

A partir de los 7 años de edad, aproximadamente, un gato se considera sénior, una categoría que nos debe hacer estar más pendientes de los cambios que su salud puede experimentar.

Por ello, una revisión anual de estos animales adquiere su máxima importancia: analítica sanguínea, valoración general y todos aquellos medios diagnósticos necesarios para encontrar cualquier patología que pueda estar afectando a nuestro mejor amigo.

Por ejemplo, los riñones de los gatos y su sistema urinario deben ser valorados con especial atención. Si se realizan las pruebas adecuadas para cada edad, se podrá intervenir con dietas y tratamientos apropiados que consigan que nuestro buen amigo disfrute de una larga vida con la mejor de las condiciones.

En definitiva, las revisiones periódicas sanitarias son fundamentales para todos los seres vivos. Nosotros podemos decidir si vamos al médico a hacernos una revisión periódica, pero el gato no puede decidir. ¡Hagámoslo por él, no nos arrepentiremos!

Fuente:http://www.gatos.royalcanin.es/cosas-de-gatos/salud/las-revisiones-veterinarias